Otro Bikila en la corte del rey maratón

Publicado el : 26/08/2023 16:06:32
Categorías : Atletismo

Otro Bikila en la corte del rey maratón

POR ALBERTO HERNÁNDEZ

Efecto mariposa. Si un lepidóptero bate sus alas en Badajoz puede provocar que los paisanos de Katmandú se resfríen. Más o menos por ahí van los tiros. O que un muchacho castellano, hijo del sol, el campo, la lluvia, de piernas nervosas y resistentes, fruto de los constantes devaneos al aire libre, gane su primera carrera con los pies desprovistos de calzado y, seis décadas después, otro igual de flaco, heredero de quienes otrora agarraron mulas y arreos dejando sus tierras en busca de una vida mejor, se enfunde la camiseta de España Atletismo para disputar el maratón del Campeonato del Mundo.

Isidro López, descalzo en el triunfo, se identificó de manera orgánica con Abebe Bikila, con el pírrico atuendo escogido por el etíope para encontrar oro en los Juegos del 60. Así que cuando, ya lejos de ser mozo, levantó junto a la M30 la primera de las tiendas con las que contribuyó a que las pasiones kilométricas de los fondistas ocasionales pudieran desplegarse ajenas a la incomodidad de la piel desnuda contra el alquitrán, no tuvo dudas en el nombre.

 Fue más allá. Él, maestro, acostumbrado a dictar lección de Historia y Latín en el cercano colegio Caldeiro, quería educar. Enseñar a enamorarse de esa sencilla práctica de libertad. En Bikila no se despachan zapatillas, se alimentan sueños. Así ha sido, así es y así será. El día en el que el concepto se convierta en negocio -tomando el peor sentido de la lógica capitalista- fundador y descendientes, no tengo duda, echan el cierre y se van. Corriendo, lógicamente.

 Sucede que la sombra de aquel pequeño local de la Avenida Donostiarra es alargada. Hoy, amplio y genialmente abastecido para satisfacer la demanda de los nuevos tiempos, del salto del algodón al carbono, sigue albergando las ansias por ayudar tanto a los que quieren estrangular el estrés con un puñado de pasos ligeros al final de la jornada como a esos pocos privilegiados que, pertrechados de talento y buen consumo de oxígeno, plantean hacer del atletismo su vehículo de abonar facturas.

 Fueron muchos los que satisficieron ese anhelo gracias al sueldo que acompaña el compromiso de lucir la remera de Bikila, de mancharla de barro, acelerarla sobre el tartán o sudarla en la carretera. Uno de los últimos depositarios de la tradición (dos temporadas en el puesto) es Ibrahim Chakir, catalán de Vilafranca del Pendés, 28 años, que acometerá un salvaje madrugón este domingo.

 A las 7:00 parte el maratón de la Plaza de los Héroes. Corazón de Budapest. Intenta escapar inútilmente del calor y la humedad. Avenidas amplias, rectas planas. Escenario de un reto de supervivencia. Competir por eliminación. Paciencia para asistir al agotamiento de los cuerpos. La sal dibujando cercos blancos en los coloridos uniformes. Sin más táctica que una cabeza capacitada para la evasión. Negar el dolor, engañar las apetencias.

  Nada que ver con Soria, donde vive y entrena. Días de soporte fácil, noches frescas. Allí avanza a las órdenes del tipo que perfiló los dos títulos mundiales de Abel Antón. Enrique Pascual, conocedor de los 42,195 km hasta sus centímetros más inhóspitos, propone. Ibra ejecuta. En el asfalto desolado de ‘El triángulo’, Monte Valonsadero, pulen ritmos cercanos a los veinte kilómetros por hora. Tres minutos el mil. No se adentran en las campas verdosas y exigentes desniveles habituales del invierno. Ahora acumulan fatigas en la Junta de los Ríos, el Pedrajas cediendo sus aguas al Duero. Rodajes serpenteantes siguiendo el cauce, al cobijo de las sombras ofrecidas por los árboles ribereños.

 En tales paisajes se forjaron sus dos únicos encuentros con Filípides. El debut en el Nacional de Zaragoza, con medalla de plata, clavando la mínima necesaria para acudir al Europeo de Múnich, 2:13:00. “No le llevaron, quizá por pensar que la marca era muy justa y había otros que la lograron de manera más holgada… pero para mí fue estupendo ese primer maratón, me di cuenta de que valía para esto. Hay que tener en cuenta no solo el tiempo, también las características del circuito y las condiciones en las que se logra. Estaba claro que la cosa iba a funcionar”, rememora Pascual. Luego vino el segundo, ya en febrero del corriente, Sevilla. 2:09:16. El registro no le otorgó plaza directa para el Mundial, pero la exclusión de Abdelaziz Merzougui mutó su condición de suplente a titular, acompañando a Tariku Novales y Ayad Lamdassem (militó en Bikila durante más de una década, logrando, entre otros laureles, el quinto puesto en los Juegos de Tokio).

 El coach dice que está muy bien. Lo recalca tres veces: “Muy, muy, muy bien. Aunque nunca se sabe qué puede pasar en esta locura de calor, humedad y nivel. Es tremendo lo que se está corriendo, saltando, lanzando y marchando. No sabemos cómo se va a desarrollar el maratón pero uno tiene que estar en condiciones de disputar. ¿Disputar qué?, me preguntarás. Buscar estar entre los 10 primeros, como hizo su compañero Dani Mateo (también Bikila en su momento) hace cuatro años, Doha 2019. La expectativa es buena. No es comparable, pero si estuviéramos hablando de un maratón de otoño o primavera diría que está para hacer sobre 2:08”. Ibra se muestra en principio más prudente, sin dejarse arrastrar por la euforia de su estreno con la Selección, aunque no tarda en enseñar la patita: “Estoy disfrutando la experiencia. Quiero aprender porque deseo repetirla muchas veces. En principio mi objetivo es un top 16, pero no firmo nada”.

 Le agrada el recorrido, cuatro giros a un trazado mayormente plano. Diez kilómetros sin más complicaciones que un repechito corto y la elevación necesaria para salvar el icónico Puente de la Cadena. En tan reducido espacio rebosarán las ilusiones del niño que pisó por primera vez una pista hace veinte años y decidió que quería ser atleta poco después, cuando vio a Hicham El Guerrouj ganar el 1500 y el 5000 en Atenas 2004. Hasta que suene el pistoletazo de salida hay poco cometido. Alea iacta est. Nada por inventar. Algún rodaje para aflojar las piernas en el perímetro de la Isla Margarita, enclavada en mitad del gigantesco Danubio. Charlas telefónicas con amigos y familiares. Diluir los nervios que confiesa no tener. Y programar el despertador a las tres y media de la mañana para desayunar tranquilamente “un par de tostadas con pan y mantequilla, un plátano y café. Mucho café”.

 Luego, al amanecer, tomar el bus al lugar donde plasmar las semanas de casi 200 kilómetros. La última de ellas, en Barcelona, confía en “que haya servido para aclimatarme un poco al tremendo calor que está haciendo”. Las primeras con la incertidumbre de no saber si sí o si no, cuando la plaza mundialista escapaba a su propiedad y Enrique diseñó un plan “tranquilo en el que no quemar muchas velas. Alguna pequeñita sí que prendimos, pero eso no le va a afectar; al comienzo hicimos entrenos diferentes, aunque siempre en la línea del maratón. Después la preparación ha sido perfecta”. Horas de sacrificio y renuncias. Dolor, haberlo haylo. Ambición, mucha. Confianza toda: “Merece la pena todo el esfuerzo que he hecho por estar aquí”.

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